Esto es lo que yo hago.
Espero a que mi familia se duerma. Entro sigilosamente a mi habitación, que es donde vive el router, y apago la zapatilla que lo alimenta. En mi casa anterior este procedimiento era más fácil: estaba en el living.
Voy a mi escritorio. Defino cuál va a ser el tema sobre el que voy a trabajar. Pongo una lista (que conozco de memoria) en Spotify -offline-. Le doy cuerda a mi temporizador de cocina, y lo pongo en 50 minutos. Y me dispongo a trabajar ininterrumpidamente durante ese tiempo.
Si alguna vez conversamos personalmente, es probable que ya te haya contado esto. Tengo la tendencia compulsiva de relatar este pequeño acto que considero de heroísmo.
Y creo que sé por qué lo cuento. Siempre que lo estoy ejecutando es de noche, hay silencio en la casa, y no involucra palabras. Creo que lo cuento para contármelo a mí mismo, para visualizar el acto. Lo cuento para reforzar el habito.
Indefectiblemente, a los pocos minutos de estar trabajando offline surge la necesidad de inaugurar una nota llamada “web”. Abajo de este título escribo todas las cosas que interceptan mi atención, y que requieren que esté conectado a internet. Algunas son relevantes. Muy pocas. En una sesión de 50 minutos, suelo anotar entre 5 y 10 cosas para buscar online. Al día siguiente, menos de la mitad suelen valer la pena. El resto eran sólo distractores.
Las ventajas de trabajar offline son de dos ordenes diferentes: el primero tiene que ver con la profundidad, claridad, y foco que aplico a aquello en lo que estoy trabajando. Supera ampliamente el nivel de concentración que puedo alcanzar en la oficina, o en cualquier lugar durante el día. Esto redunda en una calidad francamente superior del trabajo que estoy haciendo.
El segundo orden es más “intimo”: Tiene que ver con la sensación de triunfo personal sobre mí mismo, que es tan difícil de compartir, y de relatar para otros. Cuando me fuerzo en la dirección que sé que es correcta; cuando me esfuerzo más allá de lo que me resulta cómodo; cuando me quedo trabajando, a pesar de la voz en mi oido que me pide hacer virtualmente cualquier otra cosa. Sé que esos son los momentos en los que me entreno a mí mismo. En los que me llevo a mí mismo a resultados superadores.
En esos momentos soy mi propio Coach.